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lunes, 7 de febrero de 2011

La cultura de la imposición

La democracia siempre se ha catalogado como la forma de gobierno, no más perfecta, pero sí menos mala que existe. El propio concepto de democracia tiene su origen principalmente en el seno de occidente, es decir, es algo propio de Europa y por antonomasia de norteamérica. Sin embargo la situación hegemónica de los países occidentales (tanto militar como económicamente) hace que sea el ideal dominante. Al igual que el sistema político, la cultura de occidente (aunque tiene tintes heterogéneos) se ha ido globalizando poco a poco y presentado al resto del mundo como el modelo a seguir. El problema surge cuando se imponen culturas occidentales a países orientales sin tener en cuenta para nada su ideosincrasia.


La imposición por la fuerza de las culturas occidentales en oriente medio y el norte de África ha traido siempre como consecuencia desastrosos resultados. Claro ejemplo de ello son la imposición del Sh'á de Persia en Irán, el alzamiento de Sadam Husseín en Iraq, el apoyo incondicional a Israel en Palestina o la permisibilidad de semi-dictaduras en determinadas zonas del magreb. Todas ellas han tenido o están teniendo resultados opuestos a los que se quería manifestar. Irán tornó a un islamismo extremo tras el derrocamiento del Sh'á de la mano de los Ayatolás, Iraq está sumido en un terrible caos producido por el vacío de poder, la zona de palestina se radicaliza cada vez más a causa de la opresión sionista y el magreb comienza a despertar ahora.


El alzamiento del pueblo tunecino contra Abdin Ben Alí (en el poder desde 1987) y de los islamistas egipcios contra Mubarak (con el mando del país desde 1981) demuestra que el pueblo árabe tiene capacidad de reacción y de decisión. Occidente teme ahora un giro radical en las políticas de ambos países de modo contraproducente; de nuevo el monstruo se les fue de las manos.

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